Ingeniera y programadora informática. Y pensadora. Y luchadora incansable. Margarita Padilla trabaja en las intersecciones entre lo técnico y lo social, desarrollando programas informáticos de utilidad social y acercando a las personas y, especialmente, a las mujeres, las tecnologías desde una perspectiva crítica. Cuenta con una larga trayectoria en investigación tecnosocial y participa activamente en proyectos de participación digital en distintos municipios, mediante actividades divulgativas y formativas así como de asesoramiento a los ayuntamientos promotores. Participa en comunidades de software libre y difunde los valores sociales de las nuevas culturas en red, tanto en encuentros presenciales como a través de publicaciones.

Y mientras hace todo esto, contesta a nuestras preguntas para visibilizar uno de los días más señalados en su calendario: el 14 de febrero. No, es por San Valentín, sino por algo bien distinto. Cada 14 de febrero también se celebra el Día Internacional por el Amor al Software Libre. 

DÍA INTERNACIONAL POR EL AMOR AL SOFTWARE LIBRE

Pregunta: ¿Por qué el 14 de febrero se celebra el día del Software libre?

Respuesta: Esta celebración es una iniciativa de la Free Software Foundation. Como es el día de celebrar lo que amamos ¿por qué no incluir al software libre como uno de esos amores?

P: Aún hay mucha gente que no entiende bien este concepto, ¿qué es el software libre?

R. El software libre son aquellos programas de ordenador cuya licencia reconoce los derechos que tienen los/as usuarios/as para usarlo, modificarlo y redistribuirlo. Habitualmente, cuando creemos que compramos software en realidad no compramos el programa, sino que compramos una licencia para usarlo y, en general, esas licencias tienen muuuuuuchas restricciones. El software libre convierte esas restricciones en derechos, en lugar de prohibirte cosas te reconoce todo lo que, legalmente, puedes hacer con él.

SOFTWARE LIBRE Y CONSUMO

P: ¿Por qué es importante que la gente use es tipo de tecnología frente a las privativas?

R: Porque el software libre, a parte del tecnicismo de su licencia, cuyo valor puede ser algo difícil de entender, se genera bajo un modelo de producción y de propiedad que genera mucho valor de uso y poco valor de cambio, lo cual subvierte las leyes del mercado, en las que el valor de cambio está por encima del valor de uso, como en la vivienda, por ejemplo. Este modelo de producción y de propiedad, en el que el software libre ha sido y es pionero, una vez que se ha demostrado su viabilidad y su valor, se está extendiendo a otros sectores, como por ejemplo la producción de energías renovables con placas solares. Es decir, el software libre ha abierto el camino para levantar modelos de producción sostenibles basados en uso y no en cambio. Esto es infinitamente valioso para la transformación social.

P: Hay gente que piensa que el software libre no ofrece tanta calidad como el privado. ¿Cómo de cierto es esto?

R: Absolutamente falso. Lo que ocurre es que el software libre aplica un modelo de transparencia sobre la calidad del código en el que los errores no se ocultan sino que se airean. Todos los programas de ordenador tienen errores. Ello es intrínseco a su complejidad. La estrategia del software libre es publicar el estado y la evolución de esos errores, reconociendo a los/as usuarios/as el derecho a estar informados sobre el estado de desarrollo del software que están utilizando.

P: ¿Por qué aún mucha gente que compra local, dentro de la economía social y solidaria, y que tiene una conciencia crítica del consumo, sigue sin usar software libre? ¿Qué hace falta para concienciar a la gente?

R: Lo que hace falta es salir del “yo” y mirar un poco más amplio. Aunque a mi “yo” le dé igual utilizar software libre que privativo, para el “nosotros” no es lo mismo, porque no es lo mismo tener testado y validado un modelo de producción y distribución que prima el valor de uso sobre el valor de cambio que no tenerlo. Socialmente, tener ese modelo con un gran caso de éxito (como es el software libre) es una cosa extraordinaria, porque, aunque el software te dé lo mismo, ese modelo se puede llevar a otros terrenos, como la vivienda, la alimentación, etc.

Lo que falta es trazar unas relaciones que, por abstractas, no son directamente observables. Por ejemplo, los movimientos ecologistas han sabido concretar el camino, la relación que hay entre mi smartphone y las guerras, a través de la extracción de metales escasos, etc. Que yo en mi bolsillo lleve un aparato que, directa y literalmente, genera guerras, no es una cosa obvia de ver. Hay que hacer un poco de arqueología de relaciones para verlo. Pero, al final, lo ves, lo ves muy claro. Miras el móvil y ves la guerra. Dibujar el camino, las relaciones que hay entre que yo use OpenOffice y que pueda haber una vacuna no privativa no es nada obvio. Entonces, necesitamos proyectos de investigación y de sensibilización que elaboren esos caminos, esos trazados, para ver cómo tu decisión sobre el paquete ofimático o sobre el navegador que vas a usar contribuye, por una especie de efecto mariposa, al bien común.

P: ¿Qué dirías a la gente que ya está en los círculos del consumo consciente para que se cambien al software libre?

R: Les diría que hagan grupos de usuarios/as, que se junten por la tarde una vez cada tanto a compartir cómo haces esto y cómo haces lo otro, que generen dinámicas de club. Que dejemos de considerar el software como un asunto individual y privado, de pura eficiencia, y lo consideremos un asunto social y comunitario, un asunto en el que también hay en juego una ética, unos valores.

¿Y qué les dirías a las nuevas generaciones para que usen software libre?

A las nuevas generaciones no les diría nada, porque creo que el peso del ejemplo, de una actitud ejemplar, deber recaer sobre las personas mayores, de las que cabe esperar una mayor madurez en la toma de decisiones.

MUJER EMPRENDEDORA

P: ¿Cómo decides dedicarte a esto profesionalmente?

R: No sabría decirlo. Desde siempre me han gustado mucho la lógica y las matemáticas. Programar es una actividad muy creativa. Es mitad arte y mitad ciencia. Me encanta hacerlo.

P: ¿Cómo ha sido tu trayectoria en un sector tan masculinizado?

R: Seguramente, si hubiera sido un hombre mi carrera profesional podría haber llegado un poco más lejos. En general, para un trabajo técnico se confía más en un hombre que en una mujer. Son estereotipos. Pero no me quejo. Practico una programación “a ras de suelo”, y eso me basta.

P: ¿Cuándo, cómo y por qué decides emprender?

R: La cooperativa lo es todo para mí. Sin ella no habría podido ser programadora. Sencillamente, no habría tenido ninguna opción, pues cuando terminé la carrera ya tenía una edad. Agradezco infinito a todas las compañeras que han hecho posible la cooperativa el haber sostenido un entorno en el que yo puedo hacer lo que me gusta.

P: ¿Qué obstáculos te has encontrado por el mero hecho de ser mujer?

R: Son obstáculos sutiles. Creo que se me valora más como conferenciante, como formadora, o como pensadora de la intersección entre género y tecnologías que como programadora. Sin embargo, si dejo de programar no voy a poder sostener un pensamiento crítico, porque he de pensar sobre las prácticas, no puedo pensar sin prácticas. Entonces, necesito que me lleguen trabajos de programación, ya que la práctica de la programación es la materia prima de mi contribución al pensamiento crítico. Evidentemente, no soy la mejor programadora del mundo, pero la inmensa mayoría de chicos tampoco lo son. Si yo fuera un hombre posiblemente mi pensamiento crítico hubiera tenido menos reconocimiento, y en cambio mi código hubiera tenido más. Pero eso también podría entenderse como un obstáculo. En una sociedad que jerarquiza y desequilibra los géneros, mantenerse equilibrada es una lucha continua.

P: Una frase que resuma tu filosofía de vida:

R: Vive y deja vivir.