Son las 10 de la mañana. Hemos invitado a las participantes del programa Juntas Emprendemos a realizar una actividad fuera del distrito de Latina y del aula donde asisten a un curso de preemprendimiento, ubicada en la Biblioteca Ángel González.

El punto de encuentro: en la Glorieta de Embajadores esquina Miguel Servet, donde nos espera Eva Calavia, compañera de Juntas Emprendemos, socia de la cooperativa Dabne y nuestra cicerone en este día.

Es invierno y hace frío. Según vamos llegando, entre saludos y sonrisas, nos unimos a un cálido y acogedor y círculo que se ha creado mientras esperamos al resto de compañeras. Minutos más tarde Eva se presenta y nos invita a presentarnos, para luego centrarnos en la actividad que vamos a realizar. Se trata de un Login_ o un viaje diseñado para acercar a las participantes a una realidad lejana, superar el estereotipo y «leer» la complejidad. En esta ocasión tiene el formato de un paseo a pie durante el cual visitaremos diversos espacios y proyectos inspiradores de microemprendimiento, la mayoría impulsados por mujeres.

Eva se reserva un secreto que iremos descubriendo durante el camino: las conexiones que se crearán entre nosotras y las mujeres que generosamente compartirán sus historias íntimas de emprendimiento.

Autoempleo en un espacio cooperativo autogestionado

Nos dirigimos al Ateneo Nosaltres en la calle Esperanza, un espacio que se ha inspirado en los ateneos populares barceloneses que nacen de la tradición educativa libertaria del anarcosindicalismo. Nosaltres es además un pronombre neutro que en catalán se usa, indistintamente, para designar a mujeres y hombres.

Nos recibe Ana, una de las socias cooperativistas de este espacio donde conviven su proyecto de autoempleo, una imprenta, junto con otros otro reciclado textil y una librería de venta de libros de segunda mano. En el espacio, además, se ofrecen actividades como clases de lenguaje de signos, de yoga, de informática y de cerámica.

Ana y otras dos personas gestionan Paskines, el proyecto de reprografía. Entre todas se reparten el trabajo, la responsabilidad de mantener la estructura y los beneficios. ‘’Cuando en 2009 llegó la crisis, las posibilidades de que me contrataran eran nulas. Así que me formé en los principios del cooperativismo y en contabilidad y puse en marcha la imprenta’’, -dice Ana esbozando una sonrisa. “El proyecto genera unos pocos ingresos y, por suerte, de momento no hemos tenido que pedir ningún crédito a ningún banco ”.

El ecosistema de Nosaltres lo componen socias cooperativistas (que forman parte de la estructura) y socias colaboradoras (personas interesadas en apoyar el proyecto a través de pequeñas cuotas y que tienen ventajas, como descuentos en los productos y servicios que se ofrecen). Se organizan de manera autogestionada lo que posibilita crecer juntas y de desarrollar proyectos de autoempleo sostenibles y sostenidos en el tiempo.

Las decisiones se toman entre todas las socias en asamblea, desde  los turnos de trabajo al mantenimiento y las cuotas. En la asamblea también se acuerdan normas de convivencia y, cuando se dan, se resuelven conflictos desde el respeto a todas las partes que conforman Nosaltres.

El espacio es alquilado y se mantiene con trabajo voluntario y las cuotas de las socias. El 70% se destina al alquiler y el 30% restante se invierte en mejoras.  Una de las ingenierías que tuvieron que idear para afrontar el alquiler fue acordar un precio de alquiler que posibilitase la viabilidad del proyecto. ¿Cómo? Fijando un aumento de precio progresivo durante cinco años a cambio de arreglos y mejoras en el local.

Tras finalizar las experiencias contadas por Ana, nos tomamos un tiempo para descubrir el espacio y nos perdemos entre salas, libros, carteles… tratando de entender la complejidad que tiene habitar y gestionar un espacio como este, con una manera de hacer alejada de las lógicas de la macroeconomía. Una a una vamos saliendo del local, fuera hace frío, pero un hervidero de conversaciones nos calienta en esta mañana de invierno.

La tienda de ultramarinos renacentista

Al girar la esquina de Esperanza nos encaramos cuesta arriba por la calle Ave María hasta llegar al número 20. Nos paramos frente al escaparate de La vida tiene sentidos, un local que se anuncia como tienda de ultramarinos, bodega y espacio de talleres y eventos que regentan dos socias, Pati y Mayte.

Nada más entrar, la vista recorre de izquierda a derecha intentando aprehender todo cuanto ve. Desde viandas, a brebajes, de cuadros a cachivaches reciclados. Mensajes, ilustraciones, carteles… una diversidad inmensa en un espacio amplio, cálido y acogedor como el salón de una buena amiga.

Pati nos recibe y nos invita a sentarnos en familia alrededor de una gran mesa de madera donde nos tomamos tes y cafés con los que acompañar las palabras que Pati quiera compartir. Inicia su historia ubicando su emprendimiento en el barrio de Lavapiés, les gustaba el barrio y los precios de alquiler y compra eran asumibles y se ajustaban al capital inicial del que disponían. Es consciente de que la peculiar personalidad de este espacio que ella define como ‘tienda de ultramarinos renacentista’ se debe a la hibridación entre la necesidad de alimentar al cuerpo y al alma.

Y el resultado es una tienda donde se venden productos de alimentación ecológicos, artesanales y al granel, quesos, embutidos y vinos. Y además se organizan actividades como exposiciones, sesiones de cine y de poesía, y también se alquila para celebrar eventos como fiestas de cumpleaños. Un lugar de encuentro entre la gente del barrio.

“La relación con el barrio ha configurado el espacio”, -señala Pati. “La relación con la clientela que, en su mayoría son vecinas del barrio, es estrecha. E influyen en lo que sucede en el espacio y en lo que vendemos”. Su socia Mayte explica con pesar que el barrio está sometido a una gentrificación brutal que afecta a la configuración del vecindario, pues está expulsando a quienes viven desde hace generaciones y también a quienes llegaron hace unas décadas… El barrio se ha puesto de moda, llegan inversores inmobiliarios, se hacen hoteles y se alquilan pisos a los turistas.

La otra relación, la personal, entre ambas socias es un puntal que se fundamenta en la complementariedad de caracteres, maneras de trabajar y saberes. Mientras a una se le da muy bien la gestión de clientes y proveedores y se toma su tiempo para ello, la otra lo borda con el diseño gráfico y la difusión del negocio en Internet haciéndolo a la velocidad del rayo.

Al acabar recogemos los vasos y tazas que hemos usado, los dejamos en la pica de fregar, y colocamos las sillas en su sitio con la sensación de haber estado tomando un ‘algo’ con una conocida de toda la vida, con Pati y Mayte que han compartido con nosotras sus sentidos de la vida.

Salimos de la tienda intercambiando impresiones y reflexiones que van y vienen de una a otra. Fluye el diálogo. Estamos listas para encaminarnos hacia el próximo destino Esta es una plaza, El Mercado de San Fernando y el restaurante La Fombera.