Es martes 21 y nos reunimos para despedir febrero con un paseo inspirador. Queremos conocer la experiencia de mujeres que han emprendido junto a otras mujeres. Les pediremos que nos cuenten sus motivaciones, su camino y las dificultades que surgieron, o las estrategias para afrontar y superar estas últimas.

Comenzamos con Labienhecha, viendo su taller y a las mujeres que trabajan en él diseñando bolsos. Conocemos a Irene, CEO de la empresa, emprendedora cordobesa, periodista de profesión y dedicada durante años al mundo de la comunicación, el marketing y la cultura. En 2018 rompe con todo para emprender su propio proyecto, y su camino se cruza con el de Marta, una traductora malagueña con la que se embarcó en esta  aventura que desemboca en Labienhecha y que acabaría siendo su COO (jefa de operaciones). Cuando les preguntamos cómo se definen, Irene dice “perseverancia, integridad y transparencia” y Marta, “dedicación y lealtad”.

Detrás de Labienhecha hay un equipo de 11 mujeres haciendo cosas (bien hechas) que ahora son inspiración para otras, “algo de lo que nos sentimos muy orgullosas”, reconoce Irene. También señala que “ahora hay una cierta estructura vertical, pues hay unas coordinadoras, Marta y yo, y una división entre las que están más en taller y las que están más en oficina. Antes pasábamos todas por todos los puestos y era más caótico”. Poco a poco se convirtieron en una marca más que en un taller. Irene resume los valores de Labienhecha en 4 puntos: 

  • Sostenibilidad, tanto medioambiental como social.
  • Artesanal, porque se están olvidando un montón de técnicas tradicionales.
  • Local: todos sus proveedores son de cercanía, no compran nada fuera de España.
  • Feminismo: “Intentamos empoderar a la mujer en el emprendimiento. Hablamos más de proyecto que de empresa, no nos reconocemos en el sistema arcaico en el que estas empresas se insertan. Queremos cambiar ese concepto”.

Después llegamos a Zentro Empatía. Nos acompaña Tania Rodríguez Manglano, fisioterapeuta, experta en metodología osteopática y especializada en obstetricia y uroginecología. Su pasión y vocación es la salud de las mujeres, acompañar en preparación al parto y en el paritorio, la sexualidad y el buen trato. Para ella es crucial formar parte desde los 18 años del movimiento feminista. De hecho, es una de las fundadoras de Fundación Entredós, espacio político feminista autogestionado. Es cofundadora de Zentro Empatía, cooperativa sanitaria de trabajo que el 2 de marzo cumplirá cuatro años. ¿Cómo se define? “Me entrego a lo que amo, no pierdo la curiosidad y las ganas de aprender. Soy capaz de ver salidas y soluciones donde parece que no las hay. Comprometida y generosa”.

 ¿Cómo surge Zentro Empatía? “No queríamos hacer una empresa convencional, pero sí una empresa, porque es nuestro trabajo y nuestra vocación”, afirma Tania. Zentro Empatía empieza como el proyecto de dos autónomas, una ginecóloga, Gaia, y una fisioterapeuta, Tania, a las que además les iba bien. “También tenemos hasta nueve colaboradoras. Es increíble lo que te aporta lo colectivo, mal que le pese a Darwin”, defiende Tania. ¿Qué implica ser un proyecto de mujeres? “Hemos trabajado para asegurar que el feminismo estaba en la base de nuestro trabajo”, explica. “Hemos buscado colaboradores a veces, pero no ha cuajado”, ríe. 

¿Cómo se financian y cómo han logrado ser proyectos viables?

En el caso de Zentro, el proyecto era viable porque ya lo eran las trayectorias profesionales de sus integrantes por separado. “Hicimos un plan de viabilidad un año antes de crear la cooperativa y la oficina de Economía social del Ayuntamiento de Madrid nos ayudó mucho”, explica Tania. “El primer y segundo año ya cubrimos gastos, gracias a ese estudio previo que nos señaló los puntos débiles del proyecto”. Y en estas, llegó la pandemia. “Siempre ha sido prioritario no generar deuda, y eso nos ayudó a afrontar la pandemia. Aunque los servicios sanitarios no fueron los más perjudicados, sí que bajó nuestra facturación y los caseros no nos quisieron rebajar el alquiler”.

En Labienhecha, lo que plantearon al principio para un pequeño taller de confección no sirvió porque enseguida se hicieron grandes a nivel de marca. “Labienhecha va por delante y nosotras, con la lengua por detrás”, afirma Irene. “Cuando intentamos planificarnos, llegó la pandemia y tuvimos que volver a empezar. Abrimos una tienda física en enero de 2020, que tuvimos que cerrar y enfocarnos en el mundo online”. Irene lamenta que fue una inversión totalmente perdida, ya que no hubo posibilidad de negociar con el propietario, con lo que se perdió todo. En 2021, cuando sus ventas online eran estables, hubo otro punto de inflexión: pasar de vivir de ello a pensar en la rentabilidad. “Pedimos asesoramiento financiero y estudiamos todo: sistema de precios, márgenes, nuestros procesos, etc. Ya tenemos un modelo de negocio rentable sobre papel. Nosotras sí nos endeudamos, con el préstamo del Gobierno de ayuda a la pandemia”. Ahora están buscando una financiación ética.

Tres anécdotas de sus inicios 

Porque de las dificultades también se aprende, les preguntamos por sus vivencias como emprendedoras. Tania cuenta que tuvieron un último percance antes de empezar. “El día que íbamos a coger el local, después de un trabajo de año y medio, la tercera socia nos dijo que no firmaba. Afortunadamente, una de las mujeres que iba a ser colaboradora pasó a sustituir a esa socia”. También reconoce que les faltaban referentes. “Sentíamos que dábamos palos de ciego, es muy difícil hacer algo diferente al modelo capitalista patriarcal”.

Por su parte, Labienhecha nos habla de uno de sus mayores retos profesionales. Laffayete, una suerte de Corte inglés francés, les hizo una propuesta en plena pandemia porque estaba apostando por la producción sostenible. “Nos hizo temblar, pero finalmente decidimos que podíamos hacerlo”, cuenta Irene. Aunque fue necesario mucho esfuerzo, ahora recuerdan el día emocionadas. “Habría sido un Everest para nosotras pero juntas lo pudimos hacer”, concluye. “Sin voluntad y el sentimiento de colectividad no estaríamos aquí. Es brutal cómo algo puede sostenerse si tiene un valor común para todas”.

 Situaciones difíciles 

Llegamos a ese punto menos dulce del emprendimiento, que como todo en la vida tiene sus momentos amargos. “Darnos cuenta de que tratábamos mucho mejor a las que querían entrar en la cooperativa que a nosotras mismas. Nos exigíamos mucho más como fundadoras”, lamenta Tania. “También ha sido difícil cuando alguna persona se ha saltado algún acuerdo de la cooperativa, incluso con buenas intenciones. Eso ha llevado a activar el protocolo de resolución de conflictos para restablecer la confianza”. En el caso de Labienhecha, la piedra en el camino fue ver que no todas las integrantes del equipo tenían el mismo objetivo. “Hubo que tomar decisiones pensando en el proyecto y no en el interés individual”, explica Irene.

 Tampoco pueden faltar las lecciones que se obtienen de la trayectoria colectiva. Ahí Zentro Empatía subraya: “Cuantas más seáis en el inicio, mejor. Si hubiésemos sido seis en lugar de tres hubiera sido más sencillo”, aclara. En el caso de Labienhecha, su cofundadora destaca la necesidad de trabajar la gestión emocional y de separar lo profesional de lo personal.

Conciliación y cuidados 

“El climaterio nos ayuda. Gaia y yo estamos cerca de los 50 y siempre hemos tenido claro que no queríamos matarnos para trabajar”, bromea Tania. “No hacemos reuniones a la hora de la comida y hacemos mínimo cuatro encuentros lúdicos al año. Además, en junio tenemos un encuentro con pacientes y nuestra comunidad” explica, insistiendo en que tienen que dedicar más tiempo a celebrar y valorar su trabajo. También comparte uno de sus anhelos: poder sostener períodos sabáticos. 

En Labienhecha cuentan que lo primero que hicieron fue ajustar un horario de 7 a 15h, “aunque justo las coordinadoras, Marta y yo, doblamos jornada”, ríe Irene, que destaca también la flexibilidad como pilar. “Muchas integrantes del equipo tienen otros proyectos y siempre hacemos por adaptarnos, ya que si defendemos el emprendimiento no podemos coartarnos”. Además, “el 8M no se trabaja, y tampoco en nuestro cumple”.

Los retos de futuro

¿Hacia donde caminan? Zentro empatía señala que les “gustaría ampliar el local e incluir a más profesionales cooperativistas”. Labienhecha está centrada en resolver su problema de financiación sin perder sus valores. “Queremos entrar en una fase de estabilización y planificación, y devolverle a la sociedad lo que merece, abriendo el taller a mujeres en peligro de exclusión, incluir formación, etc.”.

Consejos

Ambos proyectos coinciden en que invertir en un estudio de viabilidad es una prioridad, estableciendo posibles escenarios. “Minimizar gastos fijos como alquileres y sueldos, y en general tener recursos para aguantar dos años, que es lo que suele tardar el proyecto en dar rentabilidad, es vital”, añade Tania. En cuanto a las decisiones, Irene recalca que en Labienhecha no toman ninguna sin consensuarlas dos o tres veces. “Y trabajo de grupo y perseverancia, mucha perseverancia”, se despide Tania.